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El Último Viajero

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El hombre no funciona mal, funciona poco.                                                                                                                        Antonio Blay Fontcuberta  

Hace ya cierto tiempo, Paco, buen amigo, brillante, en privilegiada situación profesional y económica,  con cualidades que, en definitiva,  lo definen como triunfador social, me preguntaba -con cierta reserva-, Helmar, ¿voy bien en mi vida?

Me asaltó el recuerdo de esta escena hace escasos días, cuando escuché a Albert Casals, un muchacho catalán de 18 años, quien lleva viajando por el mundo desde los catorce , sólo y en silla de ruedas, habiendo transitado por más de 25 países sin apenas dinero en el bolsillo. Según dice, hay que “hacer lo que a uno realmente le guste en la vida”.  

Estos extremos sacuden mi mente – uno pide consejo para vivir, otro -discapacitado aparentemente- vive sin pedir permiso, lanzándose a aventuras mayores- expulsándome sin contemplaciones de mi letargo existencial,  ante la llamada de asuntos existenciales: Libertad, Verdad, Deseo, Voluntad y Sentido de Vida.

¿Qué es la libertad?

A menudo se  define libertad como la expresión de hacer lo que a uno le gusta o, sencillamente, lo que a uno le viene en gana.

Está claro que la cuestión no es tan sencilla. Pongamos el caso de un fumador que desea fumar y , libremente, prende su cigarrillo.  En este caso, ¿Quién decide fumar? ¿Quién está al mando, realmente?  Esta operación está liderada por la adicción del fumador, es decir, por los condicionamientos bioquímicos ( =hábitos) que se han instalado en  su cuerpo y quienes, en definitiva,  toman la decisión del movimiento.

En ese momento, el sujeto que desea, deja de ser, estrictamente, sujeto de la acción. Los agentes que conforman esta sintaxis vital se reestructuran y  el objeto de deseo toma el mando,  convirtiéndose en nuevo sujeto-director de la acción.

La libertad es lo opuesto a dejarse llevar, tiene que ver, de algún modo, con la capacidad de elegir, con la capacidad de elegir bien: elegir lo que me conviene o lo que no me conviene en un determinado momento, lo que favorece o no favorece mi despliegue vital; la libertad es elección consciente que se alía con el sentido último de mi íntima verdad; habla de  elecciones internas y de acciones:  Albert Casals no tiene infinitas posibilidades ante sí, de hecho viaja sin dinero y es minusválido, y, sin embargo,  es libre: elige y actúa sus opciones en cada momento de su viaje.

Libertad y Consciencia 

“La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la consciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: si o no.” ( Octavio Paz).

La consciencia es el territorio que nutre y condiciona  todas nuestras elecciones. David Lynch  director de cine, guionista, músico, fotógrafo, pintor y diseñador de muebles lo describe así:

“Si tienes la consciencia del tamaño de una pelota de golf, cuando lees un libro tienes un entendimiento del tamaño de una pelota de golf; cuando miras el mundo, un darte cuenta del tamaño de una pelota de golf; y cuando despiertas cada mañana, un despertar del tamaño de una pelota de golf. Si logramos expandir nuestra consciencia entenderemos mejor el libro, tendremos una mayor y más profunda comprensión del mundo  y un despertar más lúcido”.

Consciencia, en inglés, se traduce como “awareness” que, a su vez, se vuelve a traducir al castellano como  “darse cuenta”; ampliar la consciencia significa, en definitiva,  ampliar el “darse-cuenta”.

Según Carl G. Jung, la identidad completa, el  self,  lo constituye, por un lado, la consciencia ordinaria,  el ego,  y, por otro,  la consciencia orgánica (consciencia del cuerpo) que denomina sombra (inconsciente en el lenguaje de Freud).

Así, el diámetro del círculo representado (Fig 1) fija el límite/horizonte de nuestro “darnos-cuenta”…  fija el territorio de las posibilidades de nuestras elecciones para ejercer nuestra libertad.

Ampliando el modelo de Jung, podríamos decir que la consciencia, crea,  a través de nuestros instintos, emociones y pensamientos,  todos los objetos de nuestra experiencia, esto es, el mundo deviene en ondas de probabilidad y colapsa en puntos específicos como resultado de nuestra intermediación como observadores.

Depende del observador que la realidad se fije y pueda ser observable; sin el observador la realidad es solo un campo de posibilidades. (Ppio de Incertidumbre, Heisenberg)

A cada instante, el observador materializa una posibilidad de entre múltiples manifestaciones posibles: colapsa un pensamiento concreto -de una onda de múltiples pensamientos posibles-, una emoción concreta -de una onda de múltiples emociones posibles- y una intuición/instinto concreto -de una onda de múltiples intuiciones/instintos posibles, creando, así,  el arco de infinitos puntos que van conformando el horizonte de consciencia.

Ampliar la consciencia: El Cuarto Camino

Desarrollar mi libertad requiere ampliar mi consciencia, lo que requiere, a su vez, desplegar las tres variables que conforman su umbral: instinto, emoción y pensamiento,  variables atribuibles, respectivamente, a nuestros tres cerebros: reptil, límbico, neocórtico.

Fundido en una sola estructura, nuestro sistema nervioso central alberga estos tres cerebros mencionados.  Por orden de aparición en la historia evolutiva, esos cerebros son: primero el reptil (reptiles), a continuación el límbico (mamíferos primitivos) y por último el neocórtex (mamíferos evolucionados o superiores).

Gurdjieff,  Sócrates ruso de comienzos de siglo XX, identificaba tres caminos para el desarrollo de la consciencia basado en esta estructura tricerebral: el camino del faquir (camino del cuerpo), el camino del monje (camino de las emociones) y el camino del yogui (camino del intelecto). A partir de este planteamiento desarrolla el cuarto camino que consiste en la integración de los tres anteriores: desarrollo integral de los instintos, de la capacidad afectiva y de la capacidad de comprensión.

La libertad no contiene un fin en sí mismo, carece de contenido… es medio y  condición para –en el límite- desarrollar el sentido de vida, esto es, la conquista de la plenitud a través de la actualización de nuestro particular potencial,  desarrollando los pilares que conforman nuestra humanidad: instintos/intuición, corazón y  comprensión.

El último viajero

La libertad es un viaje, viaje de viajes; no caben turistas, es viaje de viajeros; no hay cabida para tibios ni cobardes; la libertad proyecta la utopía que marca una dirección inequívoca cuando se alinea con nuestra íntima verdad…

Albert Casals, nuestro viajero ¿discapacitado?,  el último viajero y el primero, contagia con su rabiosa alegría de vivir; él puede hacer lo que desea, quiere hacerlo y sabe hacerlo….vive en estado de gracia permanente, integra y despliega sus tres centros vitales.

Mi amigo Paco, por un lado, y Albert, por otro,  turista y viajero, duda y osadía…ambos viven en mí…la cuestión es ¿quién sobrevivirá en mí? …la respuesta es sencilla: sobrevivirá aquel  a quién dé de comer…